la pucha que valió la pena.
El cañadón, rojo (hematita), blanco (arcilla ilitica),
amarillo (azufre), verde,
ocre, lila, naranja, rosa, celeste, en montículos bien
definidos donde la acción de la
lluvia y la nieve ha esculpido ranuras dando un bajo
relieve de efectos de luces y
sombras típicos sólo de este colorido lugar.
Debemos caminar por un muy angosto sendero hasta las manos.
Saludan, aplauden, bailan, abanican, nos cuentas sus
historias familiares y de cacerías,
también de enamorados y constelaciones, hombres, mujeres y
niños de todas las edades y los tiempos, dos mil años de historias conjugadas
en estas paredes de piedras
También encontramos patitas de choique y guanacos
estampadas. Lo llamativos que
usaban la técnica del negativo, es decir el contorno de la
mano. ¿Como lo hacían?
Apoyaban la mano y por un tubito sopleteaban la pintura, el
tubo estaba hecho con
huesos de pequeñas aves.
Este sitio fue ocupado por cazadores recolectores hace más
de 8000 años
La principal cueva, la más grande tiene 24 m de
profundidad, 15 de ancho y 10 de alto.
Los guanacos nos observan desde lejos, un águila solitaria
revolotea sobre nuestras
cabezas y los ratones de campo se asoman y esconden
rápidamente.
En el refugio de los guías nos espera Bocha durmiendo con
leque y María gaita.
El mejor horario para visitar este lugar es justamente el
atardecer porque entre las sombras
se aprecian mejor los colores, sino el sol les da de lleno
y no se pueden ver bien. Nos
llevo todo el recorrido muchas horas de caminata, ya se
acerca la noche y por supuesto
que decidimos volver por bajos caracoles, ni locos
retomamos la cortadita
El atardecer entre las bajas bardas es impactante, los
colores de las montañas se han
evaporado tiñendo las nubes y las manos continúan
silenciosa e incansablemente
pintando.
El camino es sencillo, con menos subidas y bajadas abruptas
aunque más largo.
Manadas de guanacos se asustan y para huir del ruido del
motor saltan los alambrados y
cruzan delante de nosotros a toda velocidad. Las ovejas con
sus pequeñas crías también
corren, pero se abatatan tanto que lo hacen por la ruta
delante del vehículo, en cambio
las rápidas liebres detienen su paso para mirarnos pasar,
son tantas que nos observan
que debemos tener cuidado de no atropellarlas.
Rápidamente cruza un grupo de ñandúes jugando con una gran
manada de guanacos.,
conviven compartiendo estas tierras.
por una, con juzgado de paz, policía, puesto sanitario,
escuela, hotel y por supuesto el
infaltable bar.
Son las 9 de la noche y todavía hay claridad. Retomamos a
Perito Moreno por el ripio,
nos sorprende la noche en la ruta, y el cielo nos guía
encendiendo sus farolitos, el lucero
nos acompaña, por allí se divisa la cruz del sur, más allá,
la constelación de Orión.
Programamos hacer noche en Perito Moreno y al amanecer,
bien temprano salir para el
este, para el océano Atlántico. Pero no hay nafta, hay
turistas que aguardan hace dos y
hasta tres días para reabastecerse, dicen que mañana ,se podrá cargar.
Ya ha llegado el camión con el combustible pero falta el
encargado de la playa para
poder dar la orden de descargar.
Unos holandeses han alquilado un motorhome en chile, miran
sorprendidos, mientras la
playa de la estación de servicio se va convirtiendo en un
camping improvisado, otra
familia de corrientes comenta que pierden los días de hotel
contratados vía Internet en
Bariloche. Nosotros no tenemos apuro, pero a nadie le gusta
quedar varado ridículamente. Logramos cargar combustible, tuve que hablar con el dueño de la estación de servicio, que además
es dueño de varias minas de oro en el lugar, y explicarle, o hacerle entender
que es ridículo que esperemos al encargado de la playa, que el siendo el dueño
podía dar la orden de descargar el camión y listo. Costó, pero finalmente
accedió y pudimos continuar. A las 10 salimos hacia el este con el tanque
lleno.
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