Llegamos a la Villa del Portezuelo. Donde su pequeña iglesia nos invita a subir y utilizar el campanario como mirador del pueblo.
Tres campanas de distinto tamaño y muy antiguas se asoman desde una pequeña ventana. Se nos hace irresistible partir sin escuchar su sonido.
Al pie de la famosa cuesta.
Mirando abajo, parece un sueño
Pueblito aquí, otro más allá
Y un camino largo que baja y se pierde
Hay un ranchito sombrea'o de higueras
Y bajo el tala durmiendo un perro
Y al atardecer' cuando baja el sol
Una majadita volviendo del cerro
Paisajes de Catamarca
Con mil distintos tonos de verde
Pueblito aquí, otro más allá
Y un camino largo que baja y se pierde
Y ya en la villa del Portezuelo
Con sus costumbres tan provincianas
El cañizo aquí, el tabaco allá
Y en las sogas cuelgan quesillos de cabra
Pon una escoba de pichanilla
Una chinita barriendo el patio
Y sobre el nogal, centenario ya
Se oye un chalchalero que ensaya su canto
Paisajes de Catamarca
Con mil distintos tonos de verde
Un pueblito aquí, otro más allá
Y un camino largo que baja y se pierde
El Portezuelo “Puerta grande entre los cerros” o “Entrada grande”, según su etimología. Recostado sobre las falda del cerro Ancasti albergó a las primeras familias en el siglo XVIII, luego que Juan Bautista Muñoz decidiera entregar parte de sus tierras a los Barros, Páez de Carcajena, Camacho, Olivera y Pedrazaz. Quienes poseían tierras en comunidades cercanas. Estas familias se dedicaron a continuar con el cultivo del algodón, alfalfa viñas y a la cría de animales, caprinos, mulares y ovinos