domingo, 7 de abril de 2019

Pato Cerda, buzo llenito de historias

Tocopilla, norte de chile
buscando, buceando historias
Hace años en uno de nuestros viajes por el norte de chile conocimos un buzo que “cazaba” pulpos y mariscos para el casino y restaurantes. Equipo de neoprene, su bolsa de recolección y un pequeño puñal eran todas sus herramientas para lanzarse al mar a extraer sus frutos.



Aquí como en casi toda la costa de Chile el mar es bravo, golpean fuerte las olas contra el roquedal, el suelo áspero lleno de conchuelas, pero con pozones transparentes y azul profundos donde él, nuestro anónimo buzo encontraba los enormes pulpos y los erizos. Conversamos toda la tarde, nos enseno a limpiar los erizos, a rellenarlos, a armar los paquetitos que irían directo a los finos platos del casino, tarea que hicimos muy gustosos en ayudarlo mientras entre viaje y viaje por mas frutos nos contaba sus historias de vida.
Desde pequeño bucea, siempre en la misma playa, por la mañana a la escuela y por la tarde a la mar. Cuando se recibió de profesor de historia, misma tarea, por la mañana a la escuela y por la tarde a la mar. Nunca falto al agua.
Allí en las profundidades, tanteando permanentemente el nudo de su bolsa, para ver que se pudiera desprender fácil, tanteando permanentemente el puñal, para ver que esté listo para cortar la soga en caso de necesidad. “es que el lobo siempre esta asechando, el lobo quiere robar la bolsa, y si la alcanza, ahí si entonces que me lleva”
“No a las olas, no le temo, al tiempo abajo, tampoco” y solo con su neoprene, sus patas de rana y sin oxigeno permanece largo tiempo cosechando, hasta que sale nuevamente con esa sonrisa que le llena la cara hinchada por la apnea y el frio.
Volvimos a Tocopilla por él. Pero como encontrarlo?, no teníamos su nombre, su teléfono, su dirección, sólo el profe buzo de ya unos 70 largos años.
Estacionamos nuestra casa en la misma playa, un día, dos, tres y…
Ahí apareció, salió del azul mar lleno de espuma. Nuestro amigo buzo. Aquel que todas las tardes nos contaba sus historias y traía estrellas de regalo. Aquel mismo que desafiaba el frio y a los mismísimos lobitos de mar. Aquel nuestro amigo inolvidable lleno de historias por narrar.
Nos acercamos lentamente, como saboreando el encuentro. Y si , la alegría fue inmensa al reconocernos y fundirnos en un salado abrazo.
Patricio, ahora sabemos su nombre, de 78 anos sigue todos los días en el mar llenito de historias, pescando, cazando frutos y sueños como cuando era niño.