jueves, 18 de agosto de 2016

. Botellas en la ruta. apagando la sed aun despues de la vida

Pasamos por Caucete para ir San Juan
Capital poblado muy moderno (recordemos que fue desvastado por el terremoto del 44 y lleno de tierra pese a que la gran parte se encuentra asfaltado.
Pasamos por la Difunta Correa, el sitio honra a Deolinda Correa, cuya devoción ha trascendido el ámbito regional atrayendo a peregrinos de países vecinos. La historia narra que durante la
segunda invasión de La Madrid a San Juan en 1891, cayo muerto el espeso de la venerada, Baudillo Correa, quien había sido reclutado contra su voluntad y trasladado presumiblemente a La Rioja. En
esta ocasión Deolinda debió emprender el camino por el terrible desierto con su hijo de meses,
muriendo en la travesía, no obstante, su cuerpo protegió y amamanto al niño que poco tiempo
después pudo ser rescatado con vida por unos arrieros. Ellos dieron piadosa sepultura a la difunta, conociendo el nombre por una medalla que ella tenía en su pecho, lo grabaron en la cruz de
algarrobo que corono su enterratorio.

A fines del siglo pasado otros arrieros, que habían extraviado el ganado en una noche de violenta tormenta invocaron su ayuda al descubrir casualmente su tumba. Al amanecer, en una cuesta,
desde entonces llamada Cuesta de las Vacas, uno de ellos de nombre Zeballos pudo divisar y reunir el
ganado perdido. Convertido en el primer devoto de la difunta, construyo una rustica capilla en el lugar como agradecimiento. Pronto la noticia se difundió y los viajeros comenzaron a detenerse y depositar en la tumba botellas de agua. Luego llegaron peregrinos, aumentando el número de los obsequios y ofrendas y haciendo necesaria la construcción de recintos para albergar todo.