martes, 30 de agosto de 2016

El Chaco tras los pasos del Robin Hood Argentina Don Isidro Velzquez



Isidro Velázquez nació el 15 de mayo de 1928 en Mburucuyá, Corrientes, hijo de Feliciano y Tomasa Ortiz. El año 1961 lo encuentra con su mujer y sus cuatro hijos en Colonia Elisa, Chaco, donde trabajaba como peón rural. Tanto allí como en La Verde, Selvas del Río de Oro, Laguna Blanca y Laguna Limpia, Zapallar, La Escondida, Lapachito y otros parajes del norte se lo tenía como el mejor baqueano, rastreador y cazador de los esteros y los montes.
Alto, delgado, de mirada penetrante era muy buen vecino, asistía a las reuniones periódicas de la Cooperadora Escolar de Colonia Elisa hasta que, por alguna razón no muy clara, comenzó a ser hostigado por la policía. En su prontuario figuran tres causas abiertas en 1961 por robos y hurtos, y una cuarta por evasión. El jefe de sus cazadores en persona, capitán Aurelio Acuña, no se explica que un hombre que durante más de treinta años había sido "humilde pero honrado", se había convertido en un "peligroso delincuente".
En el Chaco, las opiniones están furiosamente divididas. Las autoridades aseguran que esos primeros delitos fueron reales, pero la gente dice que no, que Velázquez sufrió un hostigamiento injustificado de la policía que culminó con el encarcelamiento, su fuga y el comienzo de la historia de 'El Vengador'. Más allá de cualquier razón, queda claro que cuando Velázquez escapó de la cárcel de Colonia Elisa ya había tomado la decisión que lo empujó hacia el monte, tras las sendas que veinte años antes habían transitado Zamacola, Bairoleto y el famoso Mate Cosido. Se despide con un beso de su familia, todos en fila en el patio, recuerda Paulo, su hijo;
las hermanas mayores lloraban y el con sus cinco añitos no entendía muy bien lo que pasaba. Nunca lo volvió a ver.
Intentó restablecerse haciendo una vida normal en el Paraguay, formo pareja con María “Ninón" Duarte con quien tuvo dos hijos y aun hoy con sus 81 años lo recuerda con mucho cariño  pero la policía chaqueña se había ensañado con ese correntino: querían darle un escarmiento ejemplar para los otros trabajadores golondrinas.
Es entre los hacheros desocupados, los golondrinas y los indígenas, donde Isidro Velázquez encontró refugio cuando se alzó contra la ley junto con Claudio, su hermano menor.
Claudio creía que su  poncho rojo lo protegía, Claudio Velázquez tenía un año menos que Isidro, usaba sombrero paisano con ala ancha y ladeado sobre la derecha; solía entrar a los pueblos con su inseparable poncho colorado. "Me da suerte, si lo pierdo seguro que me atravesarán de un balazo" bromeaba con sus amigos.
El 21 de mayo Claudio decidió festejar el cumpleaños de Isidro y tomó por asalto el paraje de Costa Guaycurú. Ocupó la carnicería y el almacén y convocó a los vecinos: "Tomen lo que quieran -les dijo- los hermanos Velázquez invitan y pagan. Quiero saber si la policía se anima a venir a buscarme". La bravata saldría cara: Wenceslao Ceniquel, comisario, de Zapallar, reunió a sus hombres y marchó a Costa Guaycurú. Dos policías fueron heridos en el tiroteo pero allí murió Claudio atravesado de un balazo.
En sus relatos los pobladores ponen especial énfasis en destacar que la intervención de Isidro ante su hermano Claudio o ante Vicente Gauna había evitado violencias innecesarias y salvado vidas.
La presencia de bandidos alzados contra la ley, como Zamacola, Bairoleto y Mate Cosido fue común y popular en los '30 y '40 en el Chaco. Velázquez les daba continuidad a estas figuras míticas en un país distinto que creía imaginar haber encontrado el regazo protector de la tecnología y el modernismo. Sus aventuras, contadas en Buenos Aires por La Razón, Crónica, Así o Gente, colisionaban con una sociedad que se deslumbraba con los happenings del Instituto Di Tella. Dos países paralelos en vísperas del golpe de Estado de Juan Carlos Onganía y el Cordobazo.
En 1965, la fama de Velázquez y Gauna se extendía por todo el Litoral. El "payé", la magia de los dioses ancestrales de la selva y los esteros, protegía, a Isidro y las puntas de su pañuelo lo orientaban entre los montes y los pantanos y señalaban el lugar donde se ocultaban sus enemigos.
Por entonces la población los cree invencibles; el sapucay de Isidro Velázquez detiene a quien lo enfrenta, su mirada paraliza. Cierta vez Isidro venía huyendo por el monte y sus perseguidores, guiados por un baqueano conocedor, organizaron la emboscada donde suponían que abandonaría la espesura. El destino quiso que el proscripto se encontrara frente a frente con el baqueano a quien se le trabó el arma o no atinó a disparar. Recriminado por sus superiores, el hombre balbuceó atragantado que Isidro le había hecho mal de ojo y que se había quedado duro como una estaca.
El 7 de setiembre de 1967, la revista Gente entrevistaba a uno de los policías que se aprestaba a salir tras Velázquez.
"¿Ustedes creen que lo van a apresar?" pregunta el periodista.
"No, es imposible -contesta el agente-. Estoy seguro de que por más que le tiremos, las balas no van a entrar. Ustedes saben que el agente Mieres vació su pistola y no hubo caso. Después, Velázquez, con un solo tiro, le atravesó el corazón".
"Entonces ¿está convencido que si se topa con ellos, usted es hombre muerto?".
"No sé si me va a liquidar. Él les saca dinero a los ricos para repartirlo con un pobre. Y yo gano catorce mil pesos por mes... Si llego a toparme con ellos en el monte, creo que les diría que maten a un hacendado, no a mí, justamente."
Tras la "Operación Fracaso", como la bautizaron los paisanos, Velázquez y Gauna se instalaron en Quitilipi, cerca de una reserva toba cuya población los alimentaba y protegía. Desde allí comenzaron a preparar el asalto a la sucursal del Banco de la Nación en la localidad, de Machagai. Esta vez la policía se les adelantó; detectaron posibles contactos y convencieron a dos de ellos, una maestra y el cartero, para que entregasen a los fugitivos. Como explicaría pomposamente el capitán Acuña "el procedimiento final con los resultados ya conocidos no fue, en absoluto, producto de improvisaciones o de la casualidad, sino la consecuencia lógica de un plan elaborado con inteligencia".
La maestra, Leonor Marinovich de Cejas, de 40 años, dijo que había decidido capturar a Velázquez para cobrar la recompensa junto con el cartero Ruperto Aguilar. Los pobladores de Machagai aseguraban que no había sido así, que la maestra era amiga de Velázquez desde mucho tiempo atrás y había colaborado con él en otras ocasiones. "Isidro nunca hubiera confiado en una desconocida" decían y aseguraban que su traición obedeció a la presión policial.
Al anochecer del primero de diciembre de 1967, la señora de Cejas y Ruperto Aguilar debían trasladar en el Fiat 1500 de la maestra a Velázquez y Gauna desde Quitilipi hasta Machagai. Velázquez se ató un pañuelo a cuadros en el cuello, se calzó un cinturón con balas y salió en paz con su wínchester y una 38. Al llegar al puente de Pampa Bandera la maestra simuló un desperfecto y detuvo el auto. Así lo había convenido con la policía. Treinta hombres, entre los que también había civiles armados hasta los dientes, aguardaban emboscados junto al camino.
El cartero y la maestra bajaron del auto y se desató un tiroteo infernal, más de quinientos balazos cruzaron el aire en pocos minutos. Gauna alcanzó a herir a Aguilar en una pierna y cayó fulminado. Pero Isidro ofreció resistencia con su wínchester. Hirió al cabo Santos Medina, se tiró del auto y se abrió camino a tiros casi trescientos metros en dirección al monte. La oscuridad cubrió al fugitivo, sus cazadores, desesperados, iluminaron el lugar con los faros de sus autos y vieron a Isidro empuñando su carabina, herido en una pierna y en un hombro y a punto de alcanzar la arboleda. Isidro dio vuelta la cara, deslumbrado, y cayó atravesado por la descarga cerrada de sus perseguidores.
El capitán Acuña proclamó su victoria; el primero de diciembre fue declarado día de la policía del Chaco y el automóvil fue acondicionado como monumento provincial. Pero la población humilde lloró la muerte de Velázquez. Hombres y mujeres peregrinaron hasta el árbol junto al cual había caído y también marcharon hasta su tumba en Machagai donde depositaron ofrendas.
Las autoridades decidieron entonces quemar el árbol y borrar las señas de la tumba. El chámame lo registra: "sin una vela encendida, sin una flor a su lado, sin una cruz en la tierra, hay dos sueños sepultados"; aún así son muchos los paisanos que todavía hoy conservan como reliquias astillas del árbol de Pampa Bandera y las tumbas NN de Machagai son hasta hoy objeto del culto popular. El chámame de Oscar Valles recorrió todo el país: "La muerte apagó la risa del sol que ardiente duerme en el Chaco, porque Machagai se ha vuelto un llanto triste de sangre y barro".
El gobierno de Onganía prohibió el chamamé. En ese momento el sociólogo Roberto Carri se sentaba a escribir su libro, sin pensar que diez años más tarde, en 1977, mientras un ciego volvía a cantar "El último sapucay", sería secuestrado convirtiéndose en un desaparecido más de la dictadura.




El Chaco tras los pasos del Robin Hood Argentina Don Isidro Velazquez



Isidro Velázquez nació el 15 de mayo de 1928 en Mburucuyá, Corrientes, hijo de Feliciano y Tomasa Ortiz. El año 1961 lo encuentra con su mujer y sus cuatro hijos en Colonia Elisa, Chaco, donde trabajaba como peón rural. Tanto allí como en La Verde, Selvas del Río de Oro, Laguna Blanca y Laguna Limpia, Zapallar, La Escondida, Lapachito y otros parajes del norte se lo tenía como el mejor baqueano, rastreador y cazador de los esteros y los montes.
Alto, delgado, de mirada penetrante era muy buen vecino, asistía a las reuniones periódicas de la Cooperadora Escolar de Colonia Elisa hasta que, por alguna razón no muy clara, comenzó a ser hostigado por la policía. En su prontuario figuran tres causas abiertas en 1961 por robos y hurtos, y una cuarta por evasión. El jefe de sus cazadores en persona, capitán Aurelio Acuña, no se explica que un hombre que durante más de treinta años había sido "humilde pero honrado", se había convertido en un "peligroso delincuente".
En el Chaco, las opiniones están furiosamente divididas. Las autoridades aseguran que esos primeros delitos fueron reales, pero la gente dice que no, que Velázquez sufrió un hostigamiento injustificado de la policía que culminó con el encarcelamiento, su fuga y el comienzo de la historia de 'El Vengador'. Más allá de cualquier razón, queda claro que cuando Velázquez escapó de la cárcel de Colonia Elisa ya había tomado la decisión que lo empujó hacia el monte, tras las sendas que veinte años antes habían transitado Zamacola, Bairoleto y el famoso Mate Cosido. Se despide con un beso de su familia, todos en fila en el patio, recuerda Paulo, su hijo;
las hermanas mayores lloraban y el con sus cinco añitos no entendía muy bien lo que pasaba. Nunca lo volvió a ver.
Intentó restablecerse haciendo una vida normal en el Paraguay, formo pareja con María “Ninón" Duarte con quien tuvo dos hijos y aun hoy con sus 81 años lo recuerda con mucho cariño  pero la policía chaqueña se había ensañado con ese correntino: querían darle un escarmiento ejemplar para los otros trabajadores golondrinas.
Es entre los hacheros desocupados, los golondrinas y los indígenas, donde Isidro Velázquez encontró refugio cuando se alzó contra la ley junto con Claudio, su hermano menor.
Claudio creía que su  poncho rojo lo protegía, Claudio Velázquez tenía un año menos que Isidro, usaba sombrero paisano con ala ancha y ladeado sobre la derecha; solía entrar a los pueblos con su inseparable poncho colorado. "Me da suerte, si lo pierdo seguro que me atravesarán de un balazo" bromeaba con sus amigos.
El 21 de mayo Claudio decidió festejar el cumpleaños de Isidro y tomó por asalto el paraje de Costa Guaycurú. Ocupó la carnicería y el almacén y convocó a los vecinos: "Tomen lo que quieran -les dijo- los hermanos Velázquez invitan y pagan. Quiero saber si la policía se anima a venir a buscarme". La bravata saldría cara: Wenceslao Ceniquel, comisario, de Zapallar, reunió a sus hombres y marchó a Costa Guaycurú. Dos policías fueron heridos en el tiroteo pero allí murió Claudio atravesado de un balazo.
En sus relatos los pobladores ponen especial énfasis en destacar que la intervención de Isidro ante su hermano Claudio o ante Vicente Gauna había evitado violencias innecesarias y salvado vidas.
La presencia de bandidos alzados contra la ley, como Zamacola, Bairoleto y Mate Cosido fue común y popular en los '30 y '40 en el Chaco. Velázquez les daba continuidad a estas figuras míticas en un país distinto que creía imaginar haber encontrado el regazo protector de la tecnología y el modernismo. Sus aventuras, contadas en Buenos Aires por La Razón, Crónica, Así o Gente, colisionaban con una sociedad que se deslumbraba con los happenings del Instituto Di Tella. Dos países paralelos en vísperas del golpe de Estado de Juan Carlos Onganía y el Cordobazo.
En 1965, la fama de Velázquez y Gauna se extendía por todo el Litoral. El "payé", la magia de los dioses ancestrales de la selva y los esteros, protegía, a Isidro y las puntas de su pañuelo lo orientaban entre los montes y los pantanos y señalaban el lugar donde se ocultaban sus enemigos.
Por entonces la población los cree invencibles; el sapucay de Isidro Velázquez detiene a quien lo enfrenta, su mirada paraliza. Cierta vez Isidro venía huyendo por el monte y sus perseguidores, guiados por un baqueano conocedor, organizaron la emboscada donde suponían que abandonaría la espesura. El destino quiso que el proscripto se encontrara frente a frente con el baqueano a quien se le trabó el arma o no atinó a disparar. Recriminado por sus superiores, el hombre balbuceó atragantado que Isidro le había hecho mal de ojo y que se había quedado duro como una estaca.
El 7 de setiembre de 1967, la revista Gente entrevistaba a uno de los policías que se aprestaba a salir tras Velázquez.
"¿Ustedes creen que lo van a apresar?" pregunta el periodista.
"No, es imposible -contesta el agente-. Estoy seguro de que por más que le tiremos, las balas no van a entrar. Ustedes saben que el agente Mieres vació su pistola y no hubo caso. Después, Velázquez, con un solo tiro, le atravesó el corazón".
"Entonces ¿está convencido que si se topa con ellos, usted es hombre muerto?".
"No sé si me va a liquidar. Él les saca dinero a los ricos para repartirlo con un pobre. Y yo gano catorce mil pesos por mes... Si llego a toparme con ellos en el monte, creo que les diría que maten a un hacendado, no a mí, justamente."
Tras la "Operación Fracaso", como la bautizaron los paisanos, Velázquez y Gauna se instalaron en Quitilipi, cerca de una reserva toba cuya población los alimentaba y protegía. Desde allí comenzaron a preparar el asalto a la sucursal del Banco de la Nación en la localidad, de Machagai. Esta vez la policía se les adelantó; detectaron posibles contactos y convencieron a dos de ellos, una maestra y el cartero, para que entregasen a los fugitivos. Como explicaría pomposamente el capitán Acuña "el procedimiento final con los resultados ya conocidos no fue, en absoluto, producto de improvisaciones o de la casualidad, sino la consecuencia lógica de un plan elaborado con inteligencia".
La maestra, Leonor Marinovich de Cejas, de 40 años, dijo que había decidido capturar a Velázquez para cobrar la recompensa junto con el cartero Ruperto Aguilar. Los pobladores de Machagai aseguraban que no había sido así, que la maestra era amiga de Velázquez desde mucho tiempo atrás y había colaborado con él en otras ocasiones. "Isidro nunca hubiera confiado en una desconocida" decían y aseguraban que su traición obedeció a la presión policial.
Al anochecer del primero de diciembre de 1967, la señora de Cejas y Ruperto Aguilar debían trasladar en el Fiat 1500 de la maestra a Velázquez y Gauna desde Quitilipi hasta Machagai. Velázquez se ató un pañuelo a cuadros en el cuello, se calzó un cinturón con balas y salió en paz con su wínchester y una 38. Al llegar al puente de Pampa Bandera la maestra simuló un desperfecto y detuvo el auto. Así lo había convenido con la policía. Treinta hombres, entre los que también había civiles armados hasta los dientes, aguardaban emboscados junto al camino.
El cartero y la maestra bajaron del auto y se desató un tiroteo infernal, más de quinientos balazos cruzaron el aire en pocos minutos. Gauna alcanzó a herir a Aguilar en una pierna y cayó fulminado. Pero Isidro ofreció resistencia con su wínchester. Hirió al cabo Santos Medina, se tiró del auto y se abrió camino a tiros casi trescientos metros en dirección al monte. La oscuridad cubrió al fugitivo, sus cazadores, desesperados, iluminaron el lugar con los faros de sus autos y vieron a Isidro empuñando su carabina, herido en una pierna y en un hombro y a punto de alcanzar la arboleda. Isidro dio vuelta la cara, deslumbrado, y cayó atravesado por la descarga cerrada de sus perseguidores.
El capitán Acuña proclamó su victoria; el primero de diciembre fue declarado día de la policía del Chaco y el automóvil fue acondicionado como monumento provincial. Pero la población humilde lloró la muerte de Velázquez. Hombres y mujeres peregrinaron hasta el árbol junto al cual había caído y también marcharon hasta su tumba en Machagai donde depositaron ofrendas.
Las autoridades decidieron entonces quemar el árbol y borrar las señas de la tumba. El chámame lo registra: "sin una vela encendida, sin una flor a su lado, sin una cruz en la tierra, hay dos sueños sepultados"; aún así son muchos los paisanos que todavía hoy conservan como reliquias astillas del árbol de Pampa Bandera y las tumbas NN de Machagai son hasta hoy objeto del culto popular. El chámame de Oscar Valles recorrió todo el país: "La muerte apagó la risa del sol que ardiente duerme en el Chaco, porque Machagai se ha vuelto un llanto triste de sangre y barro".
El gobierno de Onganía prohibió el chamamé. En ese momento el sociólogo Roberto Carri se sentaba a escribir su libro, sin pensar que diez años más tarde, en 1977, mientras un ciego volvía a cantar "El último sapucay", sería secuestrado convirtiéndose en un desaparecido más de la dictadura.




domingo, 28 de agosto de 2016

de árboles enamorados a las esrellas capayanes. Vinchina

pasamos por Villa Union donde visitamos el angelito Gaitan. por Villa Castelli donde cruzamos a pie el río para llegar al condado, un pueblo abandonado con una capillita construida en lo alto de unas grandes rocas. y asi llegamos a Vinchina, a la entrada se encuentran

Los arboles enamorados
Cuenta la leyenda que un poblador de la localidad de la Banda (distrito de Vinchina) se dirigía de noche hacia el pueblo, cuando se repente vio un luz perderse entre los árboles, en ese momento recordó lo que había escuchado por años, que se trataba del entierro de un tesoro en oro y plata y la luz le estaba indicando el lugar exacto donde encontrarlo. Sin perder tiempo ato a dos pequeños algarrobos como señal para regresar por su fortuna, se cuenta que jamás volvió y los árboles aún permanecen unidos.



















camino a las estrellas pasamos por
la casa del Balcon
Esta casa ubicada en el Barrio el Troyano, fue construida en el siglo XIX, su propietario don Lázaro Martínez, perteneciente a una de las familias más ricas de la época. Se cuenta la anécdota en el pueblo, que llegó a prestarle dinero al gobierno de la Rioja y que mandó a construir el balcón para que su esposa pudiese divisarlo cuando partía y regresaba de Chile, donde realizaba la venta de ganado vacuno, además utilizaba el balcón para mirar y controlar a los peones que trabajaban en la finca con sembradíos de alfalfa y trigo.

Las estrellas Capayanes están ubicadas a 2 Km de la localidad de San José de Vinchina, a orillas de Río Bermejo al costado izquierdo del camino que conduce a la localidad de Jagüé. Según el historiador Nicolás de la Fuente, es un geoglifo (dibujo sobre la tierra) en forma de estrella de nueve puntas, realizada en canto rodado, en piedra color rojo, blanca y negra, Actualmente se encuentran tres estrellas, de las seis originarias, dos de ellas fueron reconstruidas hace unos años. Se desconoce su utilidad, se cree fueron utilizadas para rituales religiosos. Tradicionalmente se las conoce con el nombre de "Estrellas Diaguitas",aunque los historiadores prefieren llamarle capayanes ya que sostienen que los diaguitas jamas habitaron la zona, (anotaciones extraidas de wiquipedia), conversando con pobladores hemos dado con mas estrellas que se encuentran en todo el valle, camino a Valle hermoso hallamos tres mas y dicen que han visto 12 en total.











sábado, 27 de agosto de 2016

los milagros existen? en Villa Union encontarás la respuesta




Villa unión

 
Llegamos a la tumba de Miguelito, el niño milagro
Doña Argentina Olguin dio a luz un niño que llamó Miguel Ángel Gaitán nació el 9 de julio de 1966 y a muy poquito de faltarle para cumplir el año se enfermo debiendo ser trasladado de urgencia a la ciudad vecina de Chilecito. Cruzando la cuesta de Miranda a las 11 de la noche aproximadamente fallece el niño. A su regreso lo sepultan en la ciudad de Villa Unión. A la mañana siguiente sus hermanitos antes de ir a l escuela deciden sin avisarle a la mama visitar la nueva tumba y descubre que el cajón estaba a flor de tierra. En un pacto secreto lo vuelven a enterrar para no afligir a la angustiada madre. Al día siguiente regresan y observan la misma situación por lo que dan aviso al sepulturero, quien también por respeto al dolor lo vuelve a sepultar. Pero cuan seria la sorpresa que Miguelito vuelve a resurgir a flor de tierra, por lo que le avisan a la familia y deciden ponerlo en una caja con ventanita de cristal ya que el cura del lugar manifestó que “él quería estar mirando el cielo”.
Su  mama al principio regalaba y o vendia estampitas con la carita del niño. En una oportunidad llego una familia con un niño que no podía caminar bien porque se le estaba encogiendo los tendones de detrás de la rodilla. La Señora Argentina e Gaitan le solicita al angelito que ayude a este niño, la familia dice que si el niño logra caminar nuevamente le regalarían un auto. A los seis meses la señira Argentina, mama del angelito recibe su regalo, el niño había vuelto a caminar normalmente. También llego hasta el lugar Susana Gimenez. La delegación de river plate que salió campeona por tres veces consecutivas, también ellos le habían hecho promesas al angelito Gaitan. hasta hace solo dos años que falleció,  lo cambiaba todos los días y la fama de Miguelito como niño milagro o sanador atravesó fronteras y llegan a él numerosos  personajes en general a pedirle milagros u ofrendarle juguetes por los favores recibidos. Su mausoleo debió ser ampliado para poder guardar todos los juguetes que va recibiendo, los mismos año tras años son donados para el día del niño. Miguelito, se dice que a lo noche juega con ellos y por la mañana aparecen desordenados. Hoy al visitar su tumbita los autitos que estaban sobre el cajón  curiosamente todos patitas para arriba o de costado. Los acomodamos nuevamente. Tal vez esta noche Miguelito vuelva a jugar con ellos.. cundo regresamos de Vinchina paso nuevamente a ver a Miguelito y los autitos… otra vez desrdenados. Los vuelvo a ordenar. Jugara de nuevo?