domingo, 25 de febrero de 2024

Casa pueblo Páez Vilaro, punta ballena.

 Casa Pueblo.

Cómo nació?








En su libro “Cuando se pone el Sol”, el propio Páez Vilaró narra cómo fueron las circunstancias en que se enamoró de un paraje que en aquel entonces estaba totalmente virgen, que solo habitaban unos pocos pescadores. En ese entonces el artista tenía su atelier en Punta del Este, en un local en el que había funcionado un viejo molino y tenía como vecinos a una emisora de radio, por lo que estaba buscando un lugar donde mudarse, un lugar más tranquilo e inspirador.


“…Mi Land Rover era igual al matungo de estancia, que conoce los caminos y cortadas mejor que el jinete. Sin darme cuenta, dejándome ir a suerte y verdad, tomé la ruta hacia el este. Al llegar a la bajada de Punta Ballena, me sentí tentado a aceptar todo lo que ese paisaje me regalaba. Tomé coraje, doblé hacia las grutas y dejé mi Land Rover bajo la sombra de un sauce vencido.


Aquel vehículo era parte de mí mismo. Con él profundizaba las playas recogiendo los regalos que el mar me dejaba en sus orillas. También profanaba la privacidad del bosque juntando piñas para estimular el fuego.


Destartalado, arisco y quejumbroso era mi caballo de chapa y jamás se enfermaba. Las cicatrices eran su orgullo.


Calentón y roncador siempre estaba a la orden para arrancar sin titubeos al primer contacto. Pero esta vez debía dejarlo allí antes de incursionar el terreno o de levantar mi inventario de baches y alambrados. …Ese día fue un primero de Noviembre de 1957. Así inicié en soledades mi cumpleaños, caminando con fe hacia el encuentro del lugar soñado.


Cuando llegué al punto más alto me trepé en la pilca de piedra que los españoles habían construido durante la colonia y que formaba la columna vertebral de esa ballena rocosa, partiéndola en dos.


El primitivo cerco veteado por el musgo, nacía en la carretera y con vocación de arpón moría incrustándose en el mar…Estaba participando de un momento lunar. A lo ancho y a lo largo la desolación era dominante. Ningún árbol plantado, ninguna vivienda en los faldeos. Ningún pescador decorando las rocas.


El silencio era absoluto, apenas quebrado por el canto de un sabiá o gaviotas en fuga. La tormenta al irse disipando, tornó la tarde pesada y calurosa. La humedad rescataba el perfume de las plantas nativas, y la atmósfera se enriqueció al mojarse la lavanda. ….


La bajada permitió que desandara el camino con rapidez y sin tropiezos. Mi alegría era indescriptible, y la caminata la hice hablando a los gritos conmigo mismo. Había descubierto el sitio ideal para mi taller definitivo, pero debía cuidarme de no comentarlo con nadie para evitar inconvenientes. ..


Debía levantar inicialmente una casilla de lata como base para construir de inmediato mi futura vivienda. Mientras en el papel garabateaba mis primeros trazos, observaba desde mi ventana hacia la calle la silueta del viejo Land Rover descansando con los ojos entornados debajo del farol. Al costado de la puerta, mi paraguas también dormitaba. Como un pájaro negro con sus alas mojadas, me había prometido que guardaría el secreto de mi descubrimiento.”


Casa pueblo fue construida alrededor de una casita de madera hecha con tablones encontrados en la costa, llamada La Pionera, por Carlos Páez Vilaró quien la diseñó con un estilo que puede equipararse con las casas de la costa mediterránea de Santorini pero el artista solía hacer referencia al nido del hornero al referirse a este tipo de construcción, que demoró 36 años en completar.

Una vez le pidieron los planos y un arquitecto demoró un mes endesifrarlis y dibujarlos ya que no tenía ninguno.


Tiene trece pisos con terrazas que permiten ver la puesta del sol sobre las aguas del océano Atlántico. La construcción tiene forma escalonada que permite una mejor visual hacia el océano.


Alberga un homenaje a Carlos Miguel, hijo del artista y uno de los dieciséis uruguayos sobrevivientes del accidente aéreo del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que se estrelló en los Andes el 13 de octubre de 1972.


En la cúpula principal de Casapueblo se encuentran el museo y taller, donde se puede ver parte de la obra de Carlos Páez Vilaró. Cuenta con cuatro salas de exposiciones: Sala Nicolás Guillén, Sala Pablo Picasso, Sala Rafael Squirru, Sala José Gómez Sicre, sala de proyecciones, la Terraza de la sirena, el Mirador del hipocampo, la cafetería Taberna del Rayo Verde y una boutique.


comenzaron a sonar los acordes del Concierto de Aranjuez, que sirve de fondo a la “Oda al sol”, que cada día a la puesta del sol, se puede escuchar en la voz de su autor.


Ceremonia al Sol

Hola Sol …! Otra vez sin anunciarte llegas a visitarnos. Otra vez en tu larga caminata desde el comienzo de la vida.


Hola Sol…! Con tu panza cargada de oro hirviendo para repartirlo generoso por villas y caseríos, capillas campesinas, valles, bosques, ríos o pueblitos olvidados.


Hola Sol…! Nadie ignora que perteneces a todos, pero que prefieres dar tu calor a los más necesitados, los que precisan de tu luz para iluminar sus casitas de chapa, los que reciben de tí la energía para afrontar el trabajo, los que piden a Dios que nunca les faltes, para enriquecer sus plantíos, y lograr sus cosechas. Es que vos, Sol, sos el pan dorado de la mesa de los pobres. Desde mis terrazas te veo llegar cada tarde como un aro de fuego rodando a través de los años, puntual, infaltable, animando mi filosofía desde el día que soñé con levantar Casapueblo y puse entre las rocas mi primer ladrillo.


Recuerdo que era un día inflamado de tormenta, el mar había sustituido el azul por un color grisáceo empavonado, en el horizonte un velero escorado afinaba el rumbo para saltear la tempestad, el cielo se llenaba de graznidos de cuervos en huida, la sierra se peinaba con la ventolera alborotando a la comadreja y al conejo.


Pero de golpe como un anuncio sobrenatural el cielo se perforó y apareciste vos. Eras un sol nítido y redondo, perfecto y delineado, puesto sobre el escenario de mi iniciación con la fuerza sagrada de un vitreaux de iglesia. Desde ese instante sentí que Dios habitaba en ti, que en tu fragua derretía la fe y que por medio de tus rayos la transmitía por todos los sitios donde transitabas. Los mismos brazos de oro que al desperezarte iluminan el cielo, al estirarse a los costados entibian las sierras, o apuntando hacia abajo laminan el mar.


Hola Sol…! Cómo me gustaría haber compartido tu largo trayecto regalando luz, porque a tu paso acariciaste la vida de mil pueblos, compartiste sus alegrías y tristezas, conociste la guerra y la paz, impulsaste la oración y el trabajo, acompañaste la libertad e hiciste menos dura la oscuridad de los presidios.


A tu paso sol, se adormecen los lagartos, despiertan los girasoles y los gallos cacarean. Se relamen los gatos vagabundos, los perros guitarrean, y el topo se encandila al salir de la cueva. A tu paso sol, hay sudor en la frente del obrero y en los cuerpos de las mujeres cobrizas que alcanzan el cántaro de la favela. Con tus latidos conmueves el mar, das música a la siembra, la usina y el mercado.


A tu paso corrieron en estampida búfalos y antílopes, desperezó el león, se asombró la jirafa, se deslizó la serpiente y voló la mariposa. A tu paso cantó la calandria, despegó el aguilucho, despertó el murciélago y emigró el albatros.


Hola Sol…! Gracias por volver a animar mi vida de artista. Porque hiciste menos sola mi soledad. Es que me he acostumbrado a tu compañía y si no te tengo, te busco por donde quiera que estés.


Por eso te reencontré en la Polinesia, cuando te coronaron rey de los archipiélagos de nácar y los arrecifes dentellados de coral, o también en Africa, cuando dabas impulso a sus revoluciones libertarias y te reflejabas en el espejo de sus escudos tribales para inyectarles coraje.


Te estoy mirando y veo que no has cambiado, que sos el mismo sol que reverenciaron los aztecas, el mismo de mi peregrinaje pintando por América, el que envolvió la Amazonia misteriosa y secreta, el que me alumbró los caminos al Machupichu sagrado del Perú, el de los valles patagónicos o los territorios del Sioux o del comanche. El mismo sol que me llevó a Borneo, Sumatra, Bali, las islas musicales o los quemantes arenales del Sahara.


A diferencia del relámpago que apenas proyecta en la noche latigazos de luz, desde tu reinado planetario, tus destellos continúan activos, permanentes.


Alguna vez la travesura de las nubes oculta tu esplendor, pero cuando ello ocurre, sabemos que estás ahí, jugando a las escondidas.


Otras veces, en cambio, te vemos sonreír cuando las golondrinas o las gaviotas te usan de papel para escribir las frases de su vuelo.


Gracias Sol, por invadir la intimidad de mi atardecer y zambullirte en mis aguas.


Ahora serás la luz de los peces y su secreto universo submarino. También de los fantasmas que habitan en el vientre de los barcos hundidos en trágicos naufragios.


Gracias Sol…! Por regalarnos esta ceremonia amarilla. Gracias por dejar mis paredes blancas impregnadas de tu fosforescencia.


Entre ventoleras y borrascas, cruzando ciclones y tempestades, lluvias o tornados, pudiste llegar hasta aquí para irte silenciosamente frente a nuestros ojos.


Porque tu misión es partir a iluminar otros sitios. Labradores, estibadores, pescadores te esperan en otras regiones donde la noche desaparecerá con tu llegada.


Y como respondiendo a un timbre mágico despertarás las ciudades, irás junto a los niños a la escuela, pondrás en vuelo la felicidad de los pájaros, llamarás a misa.


A tu llegada, se animará el andamio con sus obreros, cantarán los pregoneros en las ferias, la orilla del río se llenará de lavanderas y entrará la alegría por la banderola de los hospitales.


Chau Sol…! Cuando en un instante te vayas del todo, morirá la tarde. La nostalgia se apoderará de mí y la oscuridad entrará en Casapueblo. La oscuridad, con su apetito insaciable penetrando por debajo de mis puertas, a través de las ventanas o por cuanta rendija encuentre para filtrarse en mi atelier, abriéndole cancha a las mariposas nocturnas.


Chau Sol…! Te quiero mucho…


Cuando era niño quería alcanzarte con mi barrilete. Ahora que soy viejo, sólo me resigno a saludarte mientras la tarde bosteza por tu boca de mimbre.


Chau Sol…! Gracias por provocarnos una lágrima, al pensar que iluminaste también la vida de nuestros abuelos, de nuestros padres y la de todos los seres queridos que ya no están junto a nosotros, pero que te siguen disfrutando desde otra altura.


Adiós Sol…! Mañana te espero otra vez. Casapueblo es tu casa, por eso todos la llaman la casa del sol. El sol de mi vida de artista. El sol de mi soledad. Es que me siento millonario en soles, que guardo en la alcancía del horizonte.