domingo, 27 de agosto de 2023

Chuquis, la costa.





 Seguimos descendiendo la costa riojana, con ese sabor de amigos que dejamos atrás, pero aún faltan más por visitar.

Llegamos a Chuquis, aquí está el Complejo Rupestre Piedra Pintada y la Cascada Yacurmana. Es una pequeña localidad del norte de la provincia de La Rioja, en el departamento Castro Barros, Argentina . Aqui también está la casa natal del Presbítero Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros, quien fuera representante riojano en el Congreso de Tucumán de 1816.

Monumental complejo rupestre emplazado en el Cerro de Abajo. Constituye un abrigo situado en lo alto de un anfiteatro natural, éste presenta tres paneles sucesivos, en el que los nativos expresaron, mediante dibujos esquemáticos en color rojo, negro, ocre y blanco, lo que suponen sentimientos de trascendencia hacia lo sagrado.

la casacada Yacurmana nos llama con su sonido, aunque trae muy poquita agua. Su nombre es de origen incaico y significa agua que cae. Se la llama también madre del agua en referencia a la diosa diaguita del agua.

Chuquis es un poblado recostado sobre un cordón del cerro Velasco y  se llega a él por la ruta 75 pasando por Sanagasta o por la RN 38 y luego por la RN 9 rumbo a Aimogasta.



Las culturas antiguas supieron encontrar un marcado valor y respeto por su entorno natural. Ese mundo que resguardaba su existencia brindando los elementos necesarios que perpetuaron la vida y el sustento de las aldeas. Ante la magnificencia de la naturaleza, estas personas establecieron conexiones espirituales con cada uno de los fenómenos existentes y le rindieron culto a muchos de ellos por siglos hasta en algunos casos desaparecer en manos de las conquistas, el implacable avance del tiempo y los inminentes cambios en vías de la modernidad. Astros, cuerpos celestes, fenómenos climáticos, la tierra misma, entre otros, eran las divinidades por excelencia de los pueblos indígenas, como lo es, en esta oportunidad, la Yacumama, también conocida popularmente como Yacurmana o Yacurmama.Este mito se forma a partir de la veneración ancestral hacia el elemento agua y obtiene su nombre del quechua yacu(agua) y mama(madre) por lo que se refiere al mismo como «madre del agua». Su principal personificación (al menos en nuestra zona) se basa en la imagen de un ente femenino elemental que hace de guardiana y protectora de los ríos, vertientes y diferentes fuentes fluviales de la región. En algunos relatos se describe a Yacumama como una anciana de largos cabellos blancos y de ropajes claros, en otros, como una mujer joven muy bella de vestidos blanquecinos que hasta parece trasparentarse en el paisaje antes de esfumarse en una suerte bruma a la luz del día. En todas estas historias, la aparición tiene lugar en sitios cercanos al agua como una laguna, la desembocadura de un río, etc. «Creemos que su culto se ha arrinconado en las regiones andinas áridas donde el agua se considera un milagro. La Rioja, que pertenece a la zona semi – árida del NOA, ha rendido culto a la Yacumama, pues, al parecer, la deidad era alabada y temida en esos sitios asolados por la sequía.»( Teresita Flores)

En el libro «Divinidades diaguitas» de Juan Zacarías Agüero Vera, el autor nos comparte un profundo estudio de esta divinidad apoyándose en investigaciones y vivencias propias de su niñez en los pueblos de Solca y Chuquis, siendo esta última, una localidad del depto Castro Barros ubicada al norte riojano la cual posee una cascada de manantial muy conocida por los turistas que lleva el nombre de Yacurmana en referencia al mito. Es aquí donde él mismo se pondría al tanto de esta creencia y de las anecdóticas «apariciones» del ser.

«Que existía allí y guardaba las vertientes, nadie se hubiera atrevido a ponerlo en duda. La gente mayor hablaba en serio y con respeto de la Madre del Agua y los chicos la temiamos de verdad.

En otros tiempos, parece que se la propiciaba, como a los demás númenes celestes, atmosféricos o acuáticos, con la sencilla ofrenda de un círculo de piedras de colores, especialmente blancas, con que se rodeaba el ojo de agua. He alcanzado a conocer el círculo votivo que los niños, a nuestra vez, guiados por la servidumbre, que nos decía temerosas consejas, formábamos en los pequeños lloraderos. De esta suerte, a la distancia, podía distinguirse la vertiente entre el verde tapiz del césped.



No conozco otro rito relacionado con el numen. Sólo sé que existían fórmulas y oraciones con que se obligaban sus favores. Por desgracia, éstas entraban en la categoría de los rezos iniciáticos y sólo los he oído murmurar entre dientes. Poco se diferenciarían de las invocaciones cristianas, como sucede en otras análogas que conozco. Su única particularidad, acaso, sería una que otra palabra quichua, cuyo verdadero significado ya nadie podría dar con exactitud.»»Hay una doble personalidad en este mito. Durante el día, es claro y bueno, dijérase un genio protector del hombre; juega como una ninfa y rie como ella, al rumor del agua que canta y cuida de los niños que se dejan a la sombra de los árboles, mientras la madre lava su ropa. Pero con la caída de las sombras, asume las cualidades de los seres maléficos y guarda, como el dragón de las iniciaciones, el sitio en que celebra quién sabe qué irreveladas liturgias.Llamo la atención sobre esta dualidad, que parece ser la característica de casi todas las divinidades de los mitos diaguitas: así la Pachamama, el Llastay, el Chiqui y hasta el sonriente Pusllay; con la noche y la soledad, toman un carácter terrible».

Si bien la madre del agua asoma su presencia mitológica en la cultura diaguita, también se encuentra latente en lugares como Perú y Brasil aunque con descripciones diferentes. En las culturas aborígenes del Amazonas, la Yacumama es representada como una serpiente gigantesca similar a las anacondas que es capaz de cambiar la dirección de los caudales de agua y derribar árboles a su paso solo con su arrastre entre la selva. Se dice que vive en los extensos ríos amazónicos y elige los días de lluvia para salir a cazar. Aquí también se la entiende como un ente guardián y protector capaz de atacar sin piedad a quién irrumpa con maliciosas pretenciones en la armonía de sus aguas y fauna. 
Teresita Flores, en su libro «La Rioja mágica y misteriosa» también adentra en esta leyenda y nos brinda algunos testimonios de las personas que aseguran haber visto a Yacumama. Aquí uno de ellos:
«Sabemos los riojanos, por haberlo vivido desde siempre, que el agua debe ser cuidada y repartida equitativamente, que en los lugares húmedos de la provincia abundan los cultivos, pero que en otras zonas donde no existen ríos ni cursos de agua permanente ni regímenes de lluvias abundantes, el agua es un artículo de lujo. Es en esos lugares donde Yacumama realiza su trabajo de madre magnánima, «apareciendo» a los habitantes en la noche, cuando intentan robarla o depredar su caudal y su curso. Es el caso narrado en Suriyaco en el año 1983 por don Marcos Guaraz, visitante originario de Tucumán. Los vecinos del pueblo afirman haber visto a Yacumama en actitud de cuidar las cristalinas cascadas de los riachos que bajan de la montaña. He aquí el relato de Guaraz: «Vine a Suriyaco invitado por la familia Carrasco Quevedo y una mañana subimos al cerro a buscar los animales de mis amigos. Anduvimos caminando mucho, hasta que se hizo la siesta. Nos detuvimos a descansar cerca de un chorro de agua que había formado como una pequeña laguna de agua clara. Estábamos preparándonos para bañarnos, cuando vimos una señora de largos cabellos blancos que nos miraba con unos ojos enormes. Nos extrañó que una mujer casi anciana estuviera alli, porque no es fácil subir los cerros en esa parte. Hay mucho monte espinoso, juncos y hondonadas. Ella no habló, solamente nos miraba. Mi amigo me hizo señas y nos alejamos un poco, callados, tal vez un poco asustados. Después, y no me explico en qué momento, desapareció. No la vimos más. Entonces comenzamos a bajar en silencio. Al llegar al rancho de la familia Carrizo contamos lo sucedido. Don Carrizo dijo: «Esa era la Yacu» – Y agregó: «Ha dicho la gente que siempre sale arriba esa mujer. Yo nunca vi cosa parecida». (Entrevista del 18/09/83).»

Yacumama, hoy en día, a pesar de la poca difusión que tiene su mito en nuestras tierras, logra persistir gracias a los pocos registros documentados relacionados a su creencia, como así también los relatos que trascienden de boca en boca en los pequeños pueblos que aún le rinden culto. Las personas que, bajo un apasionado compromiso historiador con las culturas indígenas del pasado, han hecho el trabajo de perpetuar su memoria a través de sus escritos e investigaciones, también lograron plasmar lo simbólico y sagrado de la presencia del agua en nuestras regiones, invitándonos también a reflexionar sobre la importancia y responsabilidad que le debemos a este vital elemento en nuestras vidas.

Fuentes: