Divisamos el monumento al
indio en Villa Regina, justo cuando pasamos por Chimpay
se comunico Javier, que estaba
con su mama en Nueve de Julio, la Negra es devota
fanática de Ceferino, entonces
de parte de ella le pedimos al santito que lo proteja a
Javier.
Kilómetros y kilómetros de
plantaciones, peras, manzanas, duraznos, podados de perfil,
parecen un dibujito de un
árbol en vez de un árbol verdadero, están protegidos por altos
muros de álamos esperando dar
los mejores frutos del año.
Sopla con fuerza el viento
patagónico, que no solo levanta tierra y arena si no también
la ceniza volcánica, señal que
nos vamos acercando cada vez más al oeste.
Pasamos por Roca, Allem,
Cipolleti y Neuquén, aquí fuimos al balneario municipal, y al
río grande, me asuste de
pensar que cuando jovencita nadaba y remaba en estas aguas
tan turbulentas, los remolinos
son enormes,
La isla frente al balneario
ahora está unida con un gran puente y hay casas y hasta un
complejo de departamentos muy
amplio.
Continuamos por Plotier,
Senillosa. Subimos bruscamente a la ruta 22 y en esa
maniobra, plum, boom, plaf, el
escaparate nuevo; que estaba atornillado en la pared
lateral cargado con todas las
latas para treinta días de viaje, más ropa y más mercadería,
me parece que pesaba un poco
de más, se desprendió y se desbarrancó. En el mismo
instante Pincén grito ¡¡ESTOY
BIEN, NO PASO NADA!! Y quedo al costado del
tornado de latas y galletitas.
Fue tanto el despelote que hasta la gallega se quedo muda
esperando que recalculemos,
digo que ordenemos.